lunes, 26 de noviembre de 2012

Ese cristal no muere

Mujer, milagro,
pan del amor en cada día mío,
he de quedarme contigo
hasta el último sitio de mi sangre.

Como una torre ardiendo espero tu llegada;
aunque no vuelvas,
aunque digas adiós a todas horas
volveré a saludarte cada noche,
estrella ausente de mis dedos.

Tú sabes, ambos somos
ceniza que no olvida,
herencia de los besos somos hasta la muerte;
fuimos lo que dejó la noche
entre sus pliegues.

No digas que mis manos están lejos,
que está la boca mía muerta
en la distancia;
no digas que ha perdido
su calidad de amor el gran pasado,
no digas que el olvido
es un severo rostro que ha llegado.

No pongas lo que ha sido
como un reloj sin vida
a tu costado.

Yo no te espero,
yo solamente te amo.
No pido que regreses.
Hay una condición de parte mía:
te amo aunque no vuelvas,
aunque pierdas la voz
y a pesar de que cierres los ojos
en mis cartas.

Mujer, milagro,
pan nuestro de caricias,
patria mía de viaje,
continente lejano de los besos,
yo solamente te amo.


Hemos ganado una batalla;
nuestras mejores lanzas se partieron
ánima adentro, corazón adentro;
pero,
qué mejor arma que una buena herida.

No es preciso decir que no te olvido,
no necesito hablar de tu partida,
ni puedes tú decir que me has perdido.
Fuimos dos puntas de cuchillo ardiente
confundiendo sus filos en las venas,
fuimos dos bocas y una misma fuente
para besar y humedecer las penas.
Arteria loca fuimos
y aún lo somos.

El silencio es silencio solamente,
nos cuentan en la vida las palabras,
vale más un cristal contra tu frente
que un torrente de voces en el alba.
En este libro vives en tu casa,
en él usé tu tinta de amapola,
cada letra que puse fue una brasa
que no se apaga aunque se quede sola.
En esta hoja vamos de la mano
hacia un sitio por nadie concido,
de luto hacia la muerte de un manzano
tú con tu llanto, yo con mi vestido.

Pero yo te recuerdo;
en este libro
anda tu dulce fecha,
en este libro muerdo
con mi mano derecha
el día en que la vida
estableció mis ojos y mi guerra;
en estas hojas coloqué tu huida
para llegar más solo hasta la tierra.

Óscar Hernández Monsalve.

*Fotografía tomada de internet.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ciudad ajena

He aquí de nuevo
la incertidumbre en los rostros
paseando las aceras prestadas.

He aquí la angustia
abriendo las cortinas
entre el pavimento
y la neblina de una madrugada.

Obstinada la vida
aún organiza sus postreras rutas.

Aquí estoy una vez más
con el pulso repleto
de una verdad de musgo.

No hace falta llorar
¿de qué valdría?
es el mismo mapa
huérfano de amor y esperanza.


Lilia Gutiérrez Riveros


*Fotografía tomada de internet.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Instrucciones para llorar



Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar.

*Fotografía tomada de internet.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Amor a primera vista

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentiemiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
No había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir las calles, las escaleras, los pasillos,
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o en algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.



Se soprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran compresibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a la otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

Wislawa Szymborska.

*Fotografía tomada de internet.



lunes, 5 de noviembre de 2012

Intimidad

La noche vuelve secreta
a tantear mi cuerpo
me penetra lenta y suave
me abro
como una flor nocturna.
Orietta Lozano.
*Fotografía tomada de internet

viernes, 2 de noviembre de 2012

Palabras a una hija que no tengo

 
 
 
Entornaré tus ojos si prometes soñarme.
Compréndeme, no es fácil velar por alguien siempre:
a veces necesito saber que tienes miedo.
 
Cuando sepas hablar, dame mi nombre;
diciéndome papá ya habrás hecho bastante.
En invierno no abrigues demasiado tu cuerpo de princesa,
más útil y más noble
es irse acostumbrando a resistir.
 
Acepta golosinas de los desconocidos
(no está el mundo como para negarse)
pero apréndete esto en cuanto puedas:
más frecuente es lo amargo, que te ignoren
y no los caramelos.
 
Te enseñaré a leer fuera del aula
y llegada la hora quiero que escribas "mar"
sobre los azulejos de pasillo.
 
Cuando cruces por fin la calle sola
sabrás que el riesgo y la velocidad
perseguirán tus días siempre.
 
No creas que en el fondo no soy optimista:
de lo contrario tú no estarías ahí
cuidando que te cuide como debo.
 
Como ves, desconfío
de quienes no veneran el asombro
de estar aquí, ahora.
 
Existe la alegría, pero duele;
tendrás que conseguirla.
Y cuando la consigas tendrás miedo.
 
Andrés Neuman.
 
*Fotografía tomada de internet.