lunes, 10 de septiembre de 2012

A un campesino muerto en la violencia

No sabias escribir pero en tu mano
el arado era tu lenguaje,
y cuando así la te expresaba
la voz se te volvía más suave.

Tu corazón, el agua, el viento
pasaban con el río.
Tu palabra fue la densidad del aire
y la luz toda su alegría.

Un día sin por qué, sin que supieras
que la muerte venia
te quitaron la vida.

¡El cielo alzó la frente
como si lo llamaran de lejos!
Tus ojos dulces, más que el horizonte:
todo muerto mira como un hermano.

Después
te sembraron igual que una semilla:
tu silencio cubierto por un árbol
dejó borrado el crimen.

Tramaron las raíces sobre ti
su vida. Pero aún te escucho
respirar en las ramas.

Eduardo Cote Lamus.


*Fotografía tomada de internet.

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