martes, 3 de diciembre de 2013

Trenes

Para El Guardagujas de Juan José Arreola





1
Una estación que ve llegar 
trenes rojos
trayendo como único pasajero
la noche;
un día el sueño se cumple:
llega el tren rojo,
se baja la noche,
y se instala para siempre
en la estación del olvido.

2
Los trenes que siempre han pasado
silenciosos, vacíos,
y en su última ventanilla
un niño muerto 
dibujándome un adiós
con su mano triste.

3
O el tren perdido,
el que nunca regresó
y tampoco llegó a su destino;
dicen que ahora es un fantasma;
a veces aparecen sus huellas
en los sembrados.

4
Los trenes deseados,
los que nunca humearán;
alguna vez nos despertará
su estrepitosa presencia
ante el asombro de la Muerte.

5
El tren transparente,
repleto de hermosa gente transparente;
ahora pasa cada nueve lunas
ante el estupor de los aldeanos,
pero nadie lo comenta
por temor a que los crean locos.

6
El guardagujas perverso;
el que enredó los hilos metálicos
e instauró el Caos.

7
El maquinista de sueños
que añora su oficio
en la última estación.
Cómo anhela que los rieles
vayan más allá de su memoria.

8
El vendedor de boletos
que una tarde
vino a comprarse a sí mismo
un boleto sin regreso.

9
El tren de los dioses.
Pasa solo una vez.
Alguien se baja, gira la aguja,
borra la memoria de los hombres
y todo vuelve a empezar de la Nada.

10
El pregonero de rutas
que jamás ha subido a un tren.

11
El tren que sueña con ser tren;
cada vagón una pesadilla
y su único pasajero yo mismo;
una vez se bajó y vino
a tomar el café conmigo;
desde entonces compartimos
la misma tumba.

12
El tren de los cuerdos.
El que sí pasa puntual todos los días;
el que regresa con mercancías
y pasajeros nuevos;
hoy ha llegado con un cargamento
de ataúdes importados, veinte
prostitutas vestidas de monjas
y cien cerdos blancos y hermosos;
ese tren nunca lo espero,
sin embargo, es el único maldito
que me humilla con su presencia.

Hernán Vargascarreño
*Fotografía tomada de internet.

martes, 5 de noviembre de 2013

Despojos



Sola,
como el grito de Orfeo
miras atrás.

Los despojados rostros
semejan
un carnaval de lluvia ensangrentada.
El invencible pájaro del tiempo
arrastrando falanges, calaveras,
el invencible pájaro...
devorador de sueños
siembra el cielo de llanto.

¡No puedes ya con la sangrante espina!
ni te cabe el olvido
y sin embargo
miras atrás e incrédula preguntas:
¿Hay un hombre? ¿Uno sólo
que no haya mutilado la hierba?

¿Hay alguien
que en la esquina nocturna de la duda
pueda mirar la luna sin traiciones?

No hay respuesta.

Sola,
habitarás la tierra
habitarás la herida de los otros.
Lo demás es buscar
a ciegas y en la noche
las pupilas de un muerto.

Amparo Inés Osorio

*Imagen tomada de internet.

jueves, 17 de octubre de 2013

Esperarla huyendo



Es ella.
Su paso de lento anochecer ilumina
la íntima escalera de mi refugio.
Cómo ocultaré la sed,
la vergüenza de esperarla huyendo.
Nada me servirá intentar una máxima;
su sonrisa atará mi voz
con un hilo de arena.
La he inventado durante largos años,
y sus senos en permanente vuelo
ya cruzarán la oscuridad de la puerta.
No puedo huir ni negar mi existencia;
la ternura de su piel de fuego,
antes de apagar la cerilla del amor,
hará un mármol
con el temblor de mis deseos.
Es ella.
Su belleza es una catástrofe.


Víctor López Rache.

*Fotografía tomada de internet.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Amén



Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de unas vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.

Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.

Álvaro Mutis
*Fotografía tomada de internet.


lunes, 2 de septiembre de 2013

18 de agosto de 1989




"Vi estallar en los cielos el relámpago, el nombre
que divide la tarde, las rescas airadas,
el alba como un pueblo de palomas borradas
y acaso vi en todo esto lo que cree ver el hombre".
Arthur Rimbaud



Este hombre va a morir
hoy es el último día de sus años.
Amanece tras los cerros un sol frío:
el amanecer nunca más alumbrará su carne.
Como siempre, entre sus cuatro paredes
desayuna, conversa, viste su traje;
no piensa en el pasado, aún liviano y todo víspera,
en los gestos, hechos y palabras de su vida
que mañana serán distintos en el bronce y en los himnos,
porque este hombre no sabe que hoy va a morir.

En su corazón de piedra
el asesino afila los cuchillos.


Este hombre va a morir,
hoy es la última mañana de sus horas.
Por sus ojos de fría carne azul
solo pasan idiomas y horizontes
para ciertas cosas que los otros sueñan:
la urgencia del pan y de la sal,
la flor abierta del abrazo, la sangre
invisible y contenida en su caracol de venas.
Ahora conversa por teléfono, escribe un discurso.
En el libro de apuntes lo atropellan
con letra afanada y resbalosa
los nombres y las citas de ese día,
porque este hombre no sabe que hoy va a morir.







El asesino esconde la cara siempre
para que el sol no le escupa sus gargajos de fuego.


Este hombre va a morir,
hoy es el último mediodía de sus años.
Con la frente en el abismo sin saberlo
estrecha manos, almuerza, pregunta la hora.
Sus pasos que ha dirigido otras veces al amor
y a asuntos más rutinarios como el olvido
o la toalla azul después del baño,
que lo han llevado a conocer la gloria
en la algarabía elemental de las multitudes,
sus pasos pueden ser contados ya
porque este hombre camina hacia la muerte.


El asesino: humores de momia, hiel de alacrán,
heces de ahorcado, sangre de Satán.


Este hombre va a morir,
hoy es la última tarde de sus días.
Se prepara sin saberlo para el ritual:
con la voz fingida en la memoria,
que casi oye ya entre las caras como olas,
repasa las palabras de la arenga:
pan verde, lagos de luz, verde y labios.
Frente al espejo rehace el nudo de la corbata,
cepilla otra vez sus dientes
y con los dedos recorre las alas amarillas del bigote.
Entonces las banderas y las manos y las voces,
la lluvia roja de papel picado,
la hora y el minuto y el segundo.


El asesino danza la Danza de la Muerte:
un paso adelante, una bala al corazón,
un paso atrás, una bala en el estómago.


Cae el cuerpo, cae la sangre, caen los sueños.
Acaso este hombre entrevé como en duermevela
que se ha desviado el curso de sus días,
los azares, las batallas, las páginas que no fueron,
acaso en un horizonte imposible recuerda
una cara o voz o música.

Todas las lenguas de la tierra maldicen al asesino.

María Mercedes Carranza
*Fotografía tomada de internet.

martes, 20 de agosto de 2013

Final para un cuento fantástico


-¡Qué extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.

¡Dios mío! -dijo el hombre. -Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¿Cómo? ¡Nos han encerrado a los dos!

-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.

Pasó a través de la puerta y desapareció.

I. A. Ireland.








sábado, 3 de agosto de 2013

La oración de la rosa



Padre nuestro que estás en la tierra: en la fuerte
y hermosa tierra;
en tierra buena:

Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado...,este
silencio que en el mundo
somos nosotras,
las rosas...


Venga también a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu reino prometido...
Hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida sólo dure
lo que dura una tarde...

El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro...

Perdona nuestra deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez más débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas..._,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas...

No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía - ¡el cascabel
de las palabras!...-,
ni el moverse de pies
apresurados,
ni el corazón obscuro de
los animales que se pudre...
Mas líbranos de todo mal.

Amén.

Dulce María Loynaz
*Fotografía tomada de internet


martes, 16 de julio de 2013

Cartas a Milena




Estimada Frau Milena:


Acaba de cesar una lluvia que se prolongó por espacio de dos días y una noche. Es probable que sólo se haya detenido por un rato, pero de todas maneras es un acontecimiento digno de ser celebrado. Y eso es lo que estoy haciendo al escribirle. Sin embargo, hasta la lluvia era soportable, porque aquí uno está en el extranjero, extranjero sólo en cierta medida, pero con todo hace bien al corazón. Si mi impresión fue correcta (un pequeño encuentro aislado, semimudo, parecería ser inagotable en el recuerdo), usted también disfrutaba de la sensación de ser extranjera en Viena, aunque más tarde las circunstancias generales hayan ensombrecido ese placer. Pero ¿no disfrutó usted de lo desconocido como tal? (Cosa que, dicho sea de paso, puede ser un mal síntoma, un síntoma que no debería presentarse.) Yo lo paso bastante bien aquí. Difícilmente pueda el cuerpo mortal soportar más cuidados. El balcón de mi pieza está inmerso en un jardín rodeado, desbordado de arbustos en flor (la vegetación es muy curiosa aquí: con una temperatura que en Praga casi congelaría los charcos, ante mi balcón comienzan a abrirse las flores) y expuesto por completo al sol (mejor dicho, a un cielo densamente nublado, desde hace casi una semana). Me visitan lagartijas y pájaros, parejas desparejas. 

¡Me gustaría tanto que viniera a Merano! Hace poco me hablaba usted, en una carta, de atmósfera irrespirable. La imagen y el sentido están muy próximos en ese caso y ambos podrían mejorar un poco aquí.

Con los más afectuosos saludos 


Suyo, F. Kafka.


Franz Kafka
*Imagen tomada de internet

domingo, 30 de junio de 2013

Y así de pronto aconteces


Que tu cuerpo sea siempre un amado  espacio de revelaciones.
Alejandra Pizarnik.

                                                                   (Betsimar Sepúlveda)


Y así de pronto aconteces
como acto piromante del trueno
y yo 
bajo el esplendor de su crujido en tierra
inmóvil
veo arder la última noche de mi cuerpo
que a fin de morir
se entrega a la violenta hermosura
de tu único beso.

Betsimar Sepúlveda

*Fotografía tomada por Juanita Escobar.





miércoles, 19 de junio de 2013

Casi obsceno




Si quisieras oír lo que me digo en la almohada
el rumor de tu rostro sería la recompensa
Son palabras tan íntimas como mi propia carne
que padece el dolor de tu implacable recuerdo

Te cuento ¿Sí? ¿No te vengarás un día? Me digo:
Besaría esa boca lentamente hasta volverla roja
Y en tu sexo el milagro de una mano que baja
en el momento más inesperado y como por azar
lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado

No soy malvado trato de enamorarte
intento ser sincero con lo enfermo que estoy
y entrar en el maleficio de tu cuerpo
como un río que teme al mar,
pero siempre muere en él.


Raúl Gómez Jattin

*Fotografía tomada de internet.


lunes, 10 de junio de 2013

Poema de un recuerdo




Dime por favor dónde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela.

Dime por favor en qué vacío,
no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma,
y no el sentir que tú te encuentras lejos.

Dime por favor por qué camino,
podré yo caminar, sin ser tu huella;
dónde podré correr no por buscarte,
y dónde descansar de mi tristeza.

Dime por favor cuál es la noche,
que no tiene el color de tu mirada;
cuál es el sol, que tiene luz tan sólo
y no la sensación de que me llamas.

Dime por favor dónde hay un mar,
que no susurre a mis oídos tus palabras.

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza;
dime cuál es el hueco de mi almohada,
que no tiene apoyada tu cabeza.

Dime por favor cuál es la noche,
en que vendrás, para velar tu sueño;
que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero.

Gustavo Alejandro Castañeiras

*Fotografía tomada de internet.

martes, 4 de junio de 2013

Exilio



                                                    A Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.


Alejandra Pizarnik

*Imagen tomada de internet

lunes, 20 de mayo de 2013

Tendida y desgarrada



Tendida y desgarrada,

a la derecha de mis venas, muda;
en mortales orillas infinita,
inmóvil y serpiente.

Toco tu delirante superficie,
los poros silenciosos, jadeantes,
la circular carrera de tu sangre,
su reiterado golpe, verde y tibio.

Primero es un aliento amanecido,
una oscura presencia de latidos
que recorren tu piel, toda de labios,
resplandeciente tacto de caricias.

El arco de las cejas se hace ojera.

Ay, sed, desgarradora,
horror de heridos ojos
donde mi origen y mi muerte veo,
graves ojos de náufraga
citándome a la espuma,
a la blanca región de los desmayos
en un voraz vacío
que nos hunde en nosotros.

Arrojados a blancas espirales
rozamos nuestro origen,
el vegetal nos llama,
la piedra nos recuerda
y la raíz sedienta
del árbol que creció de nuestro polvo.

Adivino tu rostro entre estas sombras,
el terrible sollozo de tu sexo,
todos tus nacimientos
y la muerte que llevas escondida.
En tus ojos navegan niños, sombras,
relámpagos, mis ojos, el vacío.


Octavio Paz

*Fotografía tomada de internet.

jueves, 9 de mayo de 2013

Nocturno


Aquí está la memoria.
En estos libros, testigos mudos
de su blanca piel de luna, está escrita su historia.

Hay que mirar por las hendijas, donde su sombra,
a esta hora se desnuda. Nunca se piensa
que la perfumada sábana del amor, sea la mortaja.

Mi corazón arrastra un barrilete, como un niño
que suspende su vida en la levedad de una pluma.

Ahora, cuando la noche es más espesa
alguien arrastra el cadáver de una alondra.


Omar Ortíz.
*Imagen tomada de internet.

viernes, 3 de mayo de 2013

Sonido hueco



En el limbo de tu ausencia suena el tintineo de lo que no está, espacio sin cuerpo, lágrima seca, desierto helado de llantos fantasmales que acunan el valle de tus ojos; silencios en estampida, correrías de pies sin voz, tierra que se marca por lo invisible.

Perspectiva exacta de sombras que van y vienen, entre intermitentes juegos de luces que no saben que estoy, que soy el viajero errante de sus venas, caminos azules que cortan el horizonte de lo alcanzable.

Tráiganme su rostro y su llanto que lo sanaré con el barro, el mismo que forjó esa alma que allá quedó, entre las espinas del olvido.


Pedro Echarren
*Fotografía tomada de internet

lunes, 1 de abril de 2013

Es melancolía




Te llamarás silencio en adelante.
Y el sitio que ocupabas en el aire
se llamará melancolía.

Escribiré en el vino rojo un nombre:
el tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.

Ahora miro largamente, absorto,
esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.

Esta mano lejana, de otro mundo
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.

Un día iré a buscarme, iré a buscar
mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.

Te llamarás silencio en adelante.
Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.

Eduardo Carranza
*Fotografía tomada de internet.

Efectos colaterales

 

la luna se alza

como un ícono sobre la noche

afuera los seres humanos

se matan en las carreteras

o en los bares

o en las calles asidas

al tropiezo de sus obsesiones

otros se protegen de la soledad

bailan la danza de las diversiones

se revuelcan en las camas

para olvidarse de sí mismos

en el cuerpo del otro

o se suicidan bajo la claridad

de los altos puentes del vacío

sólo los solitarios se ensimisman

en el sinsentido de los días

sin que los rayos lunares

alteren sus marejadas internas

en medio de las musas extintas

hayan consuelo

a pesar de que no exista salida

a pesar de los baños de la luna llena

en su ir y venir sobre el flujo marino

entre las aguas interiores de las mujeres

o al fondo de esa nostalgia de lobos

que los hombres llevan consigo

los solitarios viven

del rumor de sus silencios

y beben / a solas brindan

con la luna y su propia sombra

emulando a Li-tai-Po

en los eternos rituales del desamparo


Osvaldo Sauma
*Fotografía tomada de internet.

sábado, 23 de marzo de 2013

Los hombres tristes no bailan en pareja





Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.

Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.

En cambio,
las mujeres que en una mujer hay
nacen a un tiempo todas
ante los ojos tristes de los tristes.

La mujer-cántaro abre otra vez su vientre
y le ofrece su leche redentora.

La mujer-niña besa fervorosa
sus manos paternales de viudo desolado.

La de andar silencioso por la casa
lustra sus horas negras y remienda
los agujeros todos de su pecho.

Otra hay que al triste presta sus dos manos
como si fueran alas.

Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas.
No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.


Piedad Bonnett
*Fotografía tomada de internet.

viernes, 15 de marzo de 2013

La tristeza manchada



Sobre la tristeza manchada
caen hoy otra vez copos de nieve.
Sobre la tristeza manchada
hoy hasta el viento pasa.

La tristeza manchada
es como la piel del zorro.
La tristeza manchada
se encoge bajo la nieve que cae como polvo.

La tristeza manchada
nada desea ni nada suplica.
La tristeza manchada
sueña en la muerte, con tedio.

Temo la tristeza manchada,
y me duele.

La tarde cae en la tristeza manchada
sin que yo pueda hacer nada...

Chuya Nakahara.
*Fotografía tomada de internet.

domingo, 3 de marzo de 2013

Aquí están tus recuerdos





Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra. 

Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.

¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?

¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitarán cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!
la paciencia inacabable de la hormiga en sus solitarias ruinas.

Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse  las manos hasta envejecer.

Olga Orozco.
*Fotografía tomada de internet.

lunes, 18 de febrero de 2013

Muchas historias/pocas palabras



Paraíso

Vio que lo hecho era bueno y descansó. Al día siguiente despertó turbado por un horrible sueño: Imaginó que había creado al hombre.


Fosa común

La esposa busca el cuerpo de su marido...
- No está aquí- dice ella.
- No se apure señora, los muertos siempre nos esperan - responde el sepulturero.






Testigo

Los muertos desaparecieron cuando al niño no le alcanzaron los dedos de las manos para contarlos.


En serie

En mi pueblo se decía que cuando cantaban las lechuzas alguien moriría. Yo me aseguré que esto fuera cierto.





Educación

El niño no ha ido a la escuela, pero sabe que una bala más otra bala son dos hombres muertos.


Estrategia

Para el próximo diluvio los animales organizaron un plan de contingencia: en el arca no entraría el hombre.




Juan Carlos Céspedes Acosta
*Imágenes tomadas de internet.

jueves, 24 de enero de 2013

Llamada

El último hombre sobre la tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta...

Fredric Brown



*Fotografía tomada de internet.

El sueño del Rey



-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?

-Nadie lo sabe.

-Sueña contigo. Y si dejara de soñar. ¿Qué sería de ti?

-No lo sé.

-Desaparecerías eres una figura de su sueño. Si se despertara ese rey te apagarías como una vela.


Lewis Carrol
*Fotografía tomada de internet.

Tranvía

Por fin. La desconocida siempre subía en aquella parada. "Amplia sonrisa, caderas anchas...una madre excelente para mis hijos", pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna. Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía.

Dudó. Ella bajó.

Se sintió divorciado: "¿Y los niños con quién van a quedarse?"

Andrea Bocconi.


*Fotografía tomada de internet.

domingo, 13 de enero de 2013

"Dedicatoria"



                                                   Rostro de Ana Ajmátova
                                                  *Fotografía tomada de internet

Ante la desgracia se inclinan las montañas
y no fluye el famoso río
pero son fuertes los cerrojos de la prisión
y tras ellos están las "mazmorras de los presos"
y una pena mortal.

Para algunos sopla suave la brisa,
para algunos es una caricia el ocaso.

Nosotras no sabemos, somos las mismas por todas partes
y sólo oímos el odioso chirrido de las llaves
y los pesados pasos del soldado.

Nos levantábamos como para la misa del alba
y caminábamos por la ciudad salvaje,
y allí nos encontrábamos, casi sin aliento.
El sol estaba más bajo y el Neva más nublado.
pero la esperanza canta siempre a lo lejos.

La sentencia y de pronto brotan las lágrimas.

Y ella se aleja ya de todas
como si un dolor le arrancara del corazón la vida,
como si brutalmente la derribaran por la espalda
pero camina...se tambalea...va sola...

¿Dónde estarán ahora mis amigas a la fuerza?
¿Mis años furiosos?
¿Qué oirán en la tormenta de nieve siberiana?
¿Qué imaginarán en el círculo de la luna?

A ellas envío mi saludo de despedida.
Marzo de 1940.

Ana Ajmátova.





jueves, 10 de enero de 2013

Algún día encontraré una palabra...




Algún día encontraré una palabra

que penetre en tu vientre y lo fecunde,

que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra

que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se detendrá ni cuando mueras.


Roberto Juarroz

*Fotografía tomada de internet.

viernes, 4 de enero de 2013

Cuentos del entonces y el después

Y entonces,
-¡muy salado tu amigo!

Y después,
-¡es el mar! -dijo el río.

Y entonces,
con la espuma en la mano.

Y después,
todo el mar es mi hermano.

Y entonces,
una cueva en el fondo.

Y después,
brilla un ojo redondo.

Y entonces,
juega y canta la luna.

Y después,
se adormece en la espuma.

Y entonces,
un cangrejo en la loma.

Y después,
sus tenazas asoma.

Y entonces,
¿es la espuma que flota?    

Y después,                                                                            
vuelan ocho gaviotas.

Y entonces,
-¡Feo! - dijo un cangrejo.

Y después,
reventó sus espejos.

Y entonces,
la sardina en la ola.

Y después,
abanica su cola.

Y entonces,
mi perrito se ahoga.

Y después,
yo le lanzo una soga.                  

Y entonces,
la medusa en el agua.

Y después,
se mojó las enaguas.

Y entonces,
la gaviota lloraba.

Y después,
por un ala quebrada.

Y entonces,
en el cielo un vacío.

Y después,
hay un vuelo dormido.

Y entonces,
caracola de río.

Y después,
todo el mar en mi oído.

Y entonces,
una escama de plata.

Y después,
un suspiro se escapa.                                                    

Y entonces,
salta un pez en mi sueño.

Y después,
solo arenas y viento.

Rodolfo Dada